sábado, 8 de agosto de 2015

Soledad

Ayer no pude escribir una entrada en el blog porque el portátil se estropeó. Cosa de Windows 10. Era previsible, un sistema operativo tan nuevo, es normal que de fallos. Aunque el fallo básicamente es que Windows estaba destrozado. He hecho acrobacias aéreas montado en un triciclo para tenerlo reparado, y creo que aún no lo está del todo. Toca esperar a que actualicen y corrijan fallos.... ¡Hacedlo pronto!
Llevo tres días durmiendo con una almohada mojada. Me levanto con el pelo húmedo. Seguramente si sigo durmiendo en ella me saldrán hongos en el cerebro, y no estamos para eso, así que la he tirado. Fue por culpa de la genial idea de decir "Oh, mi almohada tiene que estar llena de ácaros y bacterias, la voy a lavar...". Si fuera como las almohadas antiguas se tiende y se deja secar, pero como es de látex, eso no se va a secar en la vida. La he tirado a la basura. Ahora mismo duermo con un par de cojines, los cojines más incómodos del mundo. Con uno, el más duro, me despierto a la mañana siguiente sin sensibilidad en media cara. Hasta que no pasa media hora no estoy normal. El otro cojín es una lámina de papel que no vale ni como cojín, aunque por lo menos no me despierto con media cara insensible. Tendré que ir a comprar una. Una odisea para encontrar una almohada cómoda.
Quiero hablar de tantas cosas a la vez que todo se me amontona en la cabeza y no sé por donde empezar. Los videojuegos han formado parte de mi vida desde muy pequeño. Soy del 1995, así que me pilló la revolución con la PlayStation y la Gameboy. Siempre le dediqué buenas horas de ocio a las consolas, sin embargo, intenté llevar un equilibrio que no me quitase tiempo para otras actividades. Antes disfrutaba mucho jugando, llevando a cabo las historias que los creadores habían imaginado. Ahora... bueno, disfruto, aunque no es lo mismo. No sabría describirlo, supongo que al crecer te acostumbras a todos los juegos que vas jugando y llega un punto que poco te sorprende como antes. Quizás se perdió la magia que los hacía tan especiales. Pero bueno, no es lo que más me afecta. Lo que si me ha preocupado, y desde pequeño, ha sido jugar con otras personas. Con amigos y eso. Siempre he querido jugar cooperativos, hablando con mi colega y decidiendo tácticas, reírnos de nuestros errores, echarnos la culpa de fallar el objetivo, etc. No obstante, a diferencia de tener amigos, que comento en una entrada anterior, que he tenido, y muy buenos, aunque ahora ande escaso(aunque el otro día conocí a un par de chavales muy majos, a ver si hay suerte), en lo que se refiere a multijugador en los videojuegos, siempre ha sido con cuentagotas. Es una de las cosas que he llegado a pensar que jamás encontraré una pareja para los videojuegos. Ni siquiera con mi hermano he jugado a penas, en un par de ocasiones que vagamente recuerdo. Es muy frustrante. Quizás para algunos sea una tontería, como todo lo que escribo y escribiré en el blog, sin embargo es como una sensación de soledad terrible. No poder compartir la diversión y todo lo que puse hace unas líneas atrás. Cuando intento analizar el por qué de esto, suelo pensar en dos causas: O que siempre me equivoco eligiendo plataforma y videojuegos a los que jugar, comprándome los que no tienen o no usan mis colegas; o que no se me da bien esto de encontrar a alguien con el que compartir experiencias. Hace tiempo tenía fe que era la primera, y que simplemente era la consecuencia de tomar decisiones equivocadas. Pero últimamente he cambiado esta idea por la de que no se me da bien elegir a la gente con la que me junto. Ahora a lo único que ando jugando es a un MMORPG con mi primo, y lo mismo que antes, con cuentagotas. Nuestros horarios no son compatibles. Aunque de vez en cuando echamos alguna partidilla juntos. Hace una semana me pillé un juego bastante chulo para mi consola al que le he echado algunas horas y pienso dedicarle más. Tiene que ser un juego para multijugador magnífico, aunque me temo que no será una excepción en mi vida: lo empezaré solo y lo acabaré solo.

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